domingo, 27 de marzo de 2016

"El fin del sistema de vida occidental" - Comentario del vídeo de José Luis Sampedro

“El fin del sistema de vida occidental” – Comentario del vídeo de Jose Luis Sampedro.





“El sistema se acaba”. Así empieza hablando el catedrático y profesor de Estructura Económica Jose Luis Sampedro de la existencia finita del sistema capitalista actual.

La sociedad capitalista ha ido evolucionando paulatinamente al compás del sistema político de cada momento. Si bien es cierto que, cuando la sociedad del consumo comenzaba a erigirse la población adquiría productos primordialmente por necesidad, a medida que fueron pasando las décadas empezó a observarse también un cierto narcisismo implícito, pues al comprar bienes no solamente se adquirían productos que satisfacían necesidades, sino que además se “compraba” estatus e idiosincrasia; es decir, las personas consumían para demostrarle a su círculo social más próximo que su nivel económico era favorable, y que por lo tanto, eran merecedoras de todos los respetos que se le concedían a las clases altas. Desde el origen de la globalización mundial ha primado un modelo de desarrollo incontrolado, tal y como sostiene Sampedro en la entrevista: Antes se estudiaban las necesidades, y la economía debía atender a esas necesidades. Hoy se crean los productos y luego se inventan las necesidades de esos productos.” Es decir, las grandes empresas son las creadoras de necesidades para convencer a las personas de que deben gastar su dinero en compras irracionales que ellas piensan que necesitan. Y, mientras más beneficios le aportamos al sistema capitalista (como buenas ovejitas domesticadas que somos),  más necesidades inventan, más producen y más venden. Y, por supuesto, más arrasamos con el planeta en el que vivimos.

Sería hipócrita afirmar que absolutamente todo lo que compramos nos hace falta. Compramos por estatus, o por capricho, o simplemente porque nos lo podemos permitir, y ¿quién pensaría en las consecuencias futuras teniendo la satisfacción del presente?
No es necesario que nos autoengañemos: el consumo es un monstruo que nos devora a todos y todas; nadie escapa de sus garras afiladas. Es un monstruo domesticado por el sistema de producción desorbitado que existe en Occidente: la superproducción nos obliga a consumir sin control sin que nos demos cuenta. Y lo curioso es que, cuando abrimos los ojos y nos sorprendemos de nuestra irracionalidad latente, los empresarios se justifican bajo una explicación ofendida: “si la gente no consume, ¿de qué vivirían los trabajadores? Se perderían numerosos puestos de trabajo”. Y, efectivamente, esta explicación barata y demasiado vaga acaba por enternecernos, y consumimos de nuevo, pero esta vez, sin sentido de culpabilidad. Las empresas crean, producen, venden. Pero también destruyen recursos a su paso. No obstante, lo importante es ganar dinero, y mientras el medio ambiente no se tome la revancha cerca de nosotros, seguiremos acomodados en la sobreproducción y sobreexplotación en la que vivimos.

Una de las frases más impactantes de Sampedro fue referente a qué personas podrían parar esta situación devastadora: Los que pueden modificar esta situación no quieren, y los que quieren modificarla no pueden. El riesgo de generalizar es que se engloba a todas las personas en un mismo saco, cuando verdaderamente sí hay personas comprometidas con el medio ambiente y que luchan incansablemente para cortar los hilos invisibles por los que nos tiene atados el capitalismo: personas que generan su propia energía a través del agua, el aire o el viento; personas que consumen lo justo y necesario para cubrir sus necesidades básicas, personas que han hecho de la expresión “desarrollo sostenible” un modo de vida. Estas personas son las enemigas principales de las grandes empresas, que, estupefactas ante esta manera de vivir sin consumir más que lo necesario, contraatacan a través de lo que se ha denominado “la mercantilización de asuntos sociales”, entre los que se engloban la ecología y todo lo referente a la mejora del medio ambiente. Por ello, productos naturales (comida ecológica, coches eléctricos, productos de limpieza, etc.) son el doble de caros que productos “normales”, tal y como se recoge en esta fotografía que adjunto a continuación, en la que se hace una comparativa entre el precio de la leche desnatada ecológica, marca BIO Carrefour, y la leche desnatada “normal”, marca Pascual:

                                                                  Fuente: http://www.carrefour.es/supermercado

Como se observa, la leche de marca blanca pero ecológica cuesta 1´09 €, mientras que la leche de marca “cara” cuesta 0´85 €. A priori, 24 céntimos parecen una nimiedad, pero teniendo en cuenta que todos los productos ecológicos son mucho más caros que los que no lo son, hacer la compra de manera sostenible y ecológica se convierte en una aventura temeraria a la que solamente pueden hacer frente las clases altas. Es decir, ayudar al medio ambiente se transforma ya en una actividad elitista, pues está al alcance (al menos en lo que a términos económicos se refiere) de unos pocos privilegiados, porque, tal y como afirma Sampedro “Para el lujo no hay crisis”.

Tristemente, en el ámbito del consumo por necesidad comprar productos no ecológicos es una de los consejos que nos da el capitalismo, que parece afirmar: “Si quieres ir contra el sistema, lo vas a pagar caro” (En el doble sentido de la expresión).
Y es probable que en un primer momento nos sea más cómodo seguir las directrices capitalistas, pero lo que está claro es que nada es eterno, y como señala el catedrático, Lo que destruimos de la naturaleza ya no lo regenera la Tierra. No somos conscientes de que gastamos más de lo que podemos regenerar, ya que el agotamiento de recursos ya va unos pasos por delante de nosotros.
Esto nos compensa ahora. No obstante, ¿cuánto tiempo más podrá seguir compensándonos?

Tal y como afirmaba William Wallace, “la mano que mece la cuna es la mano que domina el mundo”, y la mano que mece la cuna es ubicua e impregna a la sociedad occidental…y quizás en este último adjetivo, “occidental”, se encuentre el problema. Porque, si abrimos los ojos y dejamos de lado esa superioridad que tenemos por pensar que somos el primer mundo hegemónico, nos daremos cuenta de que lo que consideramos “el Tercer Mundo” vive en una armonía absoluta con el medio ambiente. A fin de cuentas, no se debe olvidar que una cuarta parte de la humanidad vive con menos de un dólar al día. Y curiosamente, es esa parte de la humanidad la que más cuida el planeta donde se lucra la otra parte de la humanidad que lo destruye. ¿Paradójico, verdad?

.El desarrollo en el que estamos viviendo, el desarrollo que se está impulsando es imposible, no se puede sostener”.

Dejemos de vivir en este desarrollo, movilicémonos, conozcamos otras formas de afrontar la vida y subvirtámonos. Somos una sociedad oprimida por el consumismo desenfrenado, pero, aunque parezca una quimera, podemos luchar por construir una sociedad más justa y respetuosa con el planeta que tanto nos da y al que le pagamos tan mal.

Creemos en la utopía, porque la realidad nos parece imposible.

                                                                     Selene Casal Álvarez 

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