“El fin del sistema de
vida occidental” – Comentario del vídeo de Jose Luis Sampedro.
“El
sistema se acaba”. Así empieza hablando el catedrático y profesor de Estructura
Económica Jose Luis Sampedro de la existencia finita del sistema capitalista
actual.
La
sociedad capitalista ha ido evolucionando paulatinamente al compás del sistema
político de cada momento. Si bien es cierto que, cuando la sociedad del consumo
comenzaba a erigirse la población adquiría productos primordialmente por necesidad,
a medida que fueron pasando las décadas empezó a observarse también un cierto
narcisismo implícito, pues al comprar bienes no solamente se adquirían
productos que satisfacían necesidades, sino que además se “compraba” estatus e
idiosincrasia; es decir, las personas consumían para demostrarle a su círculo
social más próximo que su nivel económico era favorable, y que por lo tanto,
eran merecedoras de todos los respetos que se le concedían a las clases altas. Desde
el origen de la globalización mundial ha primado un modelo de desarrollo
incontrolado, tal y como sostiene Sampedro en la entrevista: “Antes se estudiaban las necesidades, y la
economía debía atender a esas necesidades. Hoy se crean los productos y luego
se inventan las necesidades de esos productos.” Es decir, las grandes
empresas son las creadoras de necesidades para convencer a las personas de que deben
gastar su dinero en compras irracionales que ellas piensan que necesitan. Y,
mientras más beneficios le aportamos al sistema capitalista (como buenas ovejitas
domesticadas que somos), más necesidades
inventan, más producen y más venden. Y, por supuesto, más arrasamos con el
planeta en el que vivimos.
Sería
hipócrita afirmar que absolutamente todo lo que compramos nos hace falta.
Compramos por estatus, o por capricho, o simplemente porque nos lo podemos
permitir, y ¿quién pensaría en las consecuencias futuras teniendo la
satisfacción del presente?
No
es necesario que nos autoengañemos: el consumo es un monstruo que nos devora a
todos y todas; nadie escapa de sus garras afiladas. Es un monstruo domesticado
por el sistema de producción desorbitado que existe en Occidente: la
superproducción nos obliga a consumir sin control sin que nos demos cuenta. Y
lo curioso es que, cuando abrimos los ojos y nos sorprendemos de nuestra
irracionalidad latente, los empresarios se justifican bajo una explicación
ofendida: “si la gente no consume, ¿de qué vivirían los trabajadores? Se
perderían numerosos puestos de trabajo”. Y, efectivamente, esta explicación
barata y demasiado vaga acaba por enternecernos, y consumimos de nuevo, pero
esta vez, sin sentido de culpabilidad. Las empresas crean, producen, venden.
Pero también destruyen recursos a su paso. No obstante, lo importante es ganar
dinero, y mientras el medio ambiente no se tome la revancha cerca de nosotros,
seguiremos acomodados en la sobreproducción y sobreexplotación en la que
vivimos.
Una
de las frases más impactantes de Sampedro fue referente a qué personas podrían
parar esta situación devastadora: “Los
que pueden modificar esta situación no quieren, y los que quieren modificarla
no pueden”. El riesgo de generalizar es que se engloba a todas las personas
en un mismo saco, cuando verdaderamente sí hay personas comprometidas con el
medio ambiente y que luchan incansablemente para cortar los hilos invisibles
por los que nos tiene atados el capitalismo: personas que generan su propia
energía a través del agua, el aire o el viento; personas que consumen lo justo
y necesario para cubrir sus necesidades básicas, personas que han hecho de la
expresión “desarrollo sostenible” un modo de vida. Estas personas son las
enemigas principales de las grandes empresas, que, estupefactas ante esta
manera de vivir sin consumir más que lo necesario, contraatacan a través de lo
que se ha denominado “la mercantilización de asuntos sociales”, entre los que
se engloban la ecología y todo lo referente a la mejora del medio ambiente. Por
ello, productos naturales (comida ecológica, coches eléctricos, productos de
limpieza, etc.) son el doble de caros que productos “normales”, tal y como se
recoge en esta fotografía que adjunto a continuación, en la que se hace una
comparativa entre el precio de la leche desnatada ecológica, marca BIO
Carrefour, y la leche desnatada “normal”, marca Pascual:
Fuente: http://www.carrefour.es/supermercado
Como
se observa, la leche de marca blanca pero ecológica cuesta 1´09 €, mientras que
la leche de marca “cara” cuesta 0´85 €. A priori, 24 céntimos parecen una
nimiedad, pero teniendo en cuenta que todos los productos ecológicos son mucho
más caros que los que no lo son, hacer la compra de manera sostenible y
ecológica se convierte en una aventura temeraria a la que solamente pueden
hacer frente las clases altas. Es decir, ayudar
al medio ambiente se transforma ya en una actividad elitista, pues está al
alcance (al menos en lo que a términos económicos se refiere) de unos pocos
privilegiados, porque, tal y como afirma Sampedro “Para el lujo no hay crisis”.
Tristemente, en el
ámbito del consumo por necesidad comprar productos no ecológicos es una de los
consejos que nos da el capitalismo, que parece afirmar: “Si quieres ir contra
el sistema, lo vas a pagar caro” (En el doble sentido de la expresión).
Y
es probable que en un primer momento nos sea más cómodo seguir las directrices
capitalistas, pero lo que está claro es que nada es eterno, y como señala el
catedrático, “Lo que destruimos de la
naturaleza ya no lo regenera la Tierra”. No somos conscientes de que
gastamos más de lo que podemos regenerar, ya que el agotamiento de recursos ya
va unos pasos por delante de nosotros.
Esto
nos compensa ahora. No obstante, ¿cuánto tiempo más podrá seguir
compensándonos?
Tal
y como afirmaba William Wallace, “la mano que mece la cuna es la mano que
domina el mundo”, y la mano que mece la cuna es ubicua e impregna a la sociedad
occidental…y quizás en este último adjetivo, “occidental”, se encuentre el
problema. Porque, si abrimos los ojos y dejamos de lado esa superioridad que
tenemos por pensar que somos el primer mundo hegemónico, nos daremos cuenta de
que lo que consideramos “el Tercer Mundo” vive en una armonía absoluta con el
medio ambiente. A fin de cuentas, no se debe olvidar que una cuarta parte de la
humanidad vive con menos de un dólar al día. Y curiosamente, es esa parte de la
humanidad la que más cuida el planeta donde se lucra la otra parte de la
humanidad que lo destruye. ¿Paradójico, verdad?
.“El desarrollo en el que estamos viviendo, el desarrollo que se está
impulsando es imposible, no se puede sostener”.
Dejemos
de vivir en este desarrollo, movilicémonos, conozcamos otras formas de afrontar
la vida y subvirtámonos. Somos una sociedad oprimida por el consumismo
desenfrenado, pero, aunque parezca una quimera, podemos luchar por construir
una sociedad más justa y respetuosa con el planeta que tanto nos da y al que le
pagamos tan mal.
“Creemos en la utopía, porque la realidad nos
parece imposible”.
Selene Casal Álvarez
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