domingo, 13 de marzo de 2016

Viñeta medioambiental: Smog

En la viñeta se caricaturiza cómo un reportero realiza entrevistas preguntando a determinadas personas cuál creen que es la causa del smog (palabra inglesa formada por los término “smoke” – fumar y “fog”- niebla). Todas las personas entrevistadas responden que las causas son ajenas a ellos mismos: los autobuses, los coches, los taxis… Sin embargo, al preguntarles a los animales, la percepción del problema cambia radicalmente, ya que ellos le dicen que la causa de la producción excesiva de humo en las ciudades es de la población.
Desde el origen de los tiempos ha existido una percepción subjetiva de la realidad sesgada a favor del ser humano. La preponderancia que manifiesta hacia todo lo que existe en el planeta es tan alarmante que en las últimas décadas se ha empezado a hablar de especismo, término referido a la situación hegemónica del ser humano sobre el resto de seres vivos de la Tierra. Las personas no vemos (o mejor dicho, no queremos ver) las pequeñas acciones negativas que cometemos y que tienen repercusión en el medio (como es el caso de la señora de la viñeta que está incinerando la basura), no pensamos en el daño que le estamos haciendo a la naturaleza y a los animales, que tienen que sufrir por el mero hecho de que pensamos que somos nosotros y nosotras los que estamos en la cumbre de la jerarquía biológica.
Una de las peculiaridades psicológicas del ser humano es que vivimos en medio de la contaminación y nos habituamos a ella, consideramos que es tan natural que dejamos de prestarle atención. Esta situación se conoce como “síndrome de la rana hervida”, que afirma que si nos acostumbramos a una situación no nos damos cuenta de los efectos tan nocivos que acarrea y seguimos viviendo tranquilamente. Esto es lo que ha pasado con el smog, una combinación de humo y niebla que se produce cuando en las ciudades hay niveles desmesurados de contaminación; en ciudades como Nueva York o Pekín, donde, debido a la gran cantidad de coches que emiten CO2 y la intensa actividad industrial que se produce, el cielo está siempre recubierto de una capa de “niebla artificial” que tiene unas repercusiones catastróficas no sólo en el medio ambiente, sino también, paradójicamente, en la salud de la población que la crea.

El smog es uno de los fenómenos contaminantes más visibles en el día a día: es algo que podemos observar perfectamente, lo que debería hacernos reflexionar sobre el daño que estamos produciendo en el planeta aunque sólo sea por avaricia: ¿Qué ocurre cuando estamos cocinando y se nos quema algo? La cantidad de humo negro que sale de la sartén y no nos deja respirar es algo que intentamos reducir a toda costa, apartando con celeridad la sartén del fuego y abriendo las ventanas. A nadie le gusta que su casa se queme, y sin embargo, todos y todas estamos contribuyendo a avivar ese “fuego” en el planeta, en nuestro hogar. No obstante, reiterando el síndrome de la rana hervida, necesitamos tener un problema justo delante de nuestros ojos para poder hacerle frente, y por ello llegamos siempre tarde, buscando tratamientos paliativos y no preventivos. 

En España el fenómeno del smog no es tan masivo como en otros países occidentales, por lo que seguimos utilizando el coche para prácticamente todo o quemando residuos de manera descontrolada, porque todavía no “vemos” lo que estamos causando. La olla se está calentando, pero nosotros y nosotras, tristes ranitas, no somos capaces de notar que ya empieza a hervir, porque nos hemos acostumbrado a ese calor progresivo. Cuando la sociedad no detecta un problema, este problema se invisibiliza, no existe. Y no hay nada peor que luchar a ciegas contra un enemigo que no tiene presencia.
La Educación Ambiental tiene una labor fundamental, ya que se debe educar a la infancia en valores ambientales: de igual manera que educamos a los niños y niñas para que no pinten las paredes de casa, deberíamos proporcionarles los conocimientos necesarios para que sean capaces de cuidar del medio ambiente e intenten evitar que nos quememos como la rana de la metáfora. Tenemos que enseñarles que su casa es más que un conjunto de ladrillos con cinco o seis instancias; su casa es todo lo que nos rodea, lo que nos permite vivir y lo que estamos destruyendo entre todos, ¿y a quién le gusta que su casa esté destrozada? Aquí es donde la Educación Social juega un papel imprescindible: no debemos enseñarles a esperar pasivamente en la olla, sino que debemos generarles un sentimiento crítico que les haga pensar “hasta aquí se ha calentado el agua, es hora de tomar las riendas y no sólo escapar del fuego, sino de apagarlo de una vez por todas”.
                                                                                                         
                                                                                                                   Selene Casal Álvarez

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